Las piedras bola de Ahualulco Jalisco, hace aproximadamente veinticinco años he oído rumores de algunas curiosas formaciones geológicas ocultas lo alto de las colinas de la ciudad de Ahualulco de Mercado, que se encuentra a unos 58 kilómetros al oeste de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México. «Hay bolas de piedra gigantes allá arriba», se me dijo» perfectamente redondo y acostado en un gran lecho de cenizas volcánicas.» Cuando le pregunté cómo estos megaspherulites (como los científicos los llaman hoy) entró en vigor, me dijeron que habían recibido disparos en el aire desde el interior del volcán Tequila y habían caído a tierra, todos ellos de aterrizar dentro de un círculo de menos de cuatro kilómetros cuadrados de diámetro.
La mayoría de las bolas de piedra que vi varió de uno a dos metros de diámetro, muchos todavía medio enterrados en la toba volcánica, y, sí, una gran mayoría de ellos eran muy cerca esférica. Como Tony Burton declaró en el oeste de México, el Tesoro de un viajero, » No hay nada como ellos existe en otras partes de México o, de acuerdo con la opinión científica actual, en ningún otro lugar en el mundo.»
A escasa distancia de Guadalajara se encuentra este sitio mágico denominado por los lugareños «Piedras bola» o «Esferas de Ahualulco» debido a la gran cantidad de piedras esféricas que se encuentran diseminadas en una extensión de dos mil hectáreas.
Ahí puedes ser testigo de la grandeza de Dios en su manifestación natural y percibir la fuerza del magnetismo que hay en el sitio debido a que está situado sobre zona volcánica.
Si bien es una bonita excursión caminar entre cerros y montañas para conocer la interesantísima formación geológica de estas casi perfectas esferas pétreas —unas visibles y otras semienterradas — en las serranías entre Ahualulco y Ameca, es una tontera tratar de convertir este sitio en un parque de diversiones con puentes colgantes, ágoras y tirolesas.
Esferas de Ahualulco ZONA MÁGICA
La brecha que abrieron —posiblemente justificable para combatir incendios— entre los deslaves, pedruscones y el abandono, parece ser un retador slalom para pilotos calificados. La tirolesa oxidada reta al más valiente a correr una sorpresa en el trayecto. El puente colgante rechina sus dolores al pisarlo. Las cuarteaduras de la caseta del vigilante desafían al mejor bombero a visitarla. Los baños rebosantes de… salud, lloran por sus puertas robadas. Los puentes de troncones son paraíso de hongos y polillas. Un ostentoso ágora de dura piedra parece cantar loas a la sabia frase de los políticos “Si no hay obra… no sobra”. En fin, otro elefante blanco más que van dejando las autoridades a quienes les toca el turno. Bien “aigan” los que se ocupan de gastar el dinero ajeno.
Las Torrecillas, el extraño lugar en donde la erosión ha dejado a las esferas encaramadas sobre torres de dura arenisca. El camino nos permite disfrutar
Según concienzudas investigaciones de National Geographic, Smithsonian Institution y U.S. Geológical Survey, gráficamente aquí ilustradas, estas enormes esferas de piedra volcánica se formaron durante los cataclismos que sucedieron en nuestro naciente planeta en el curso de la Era Cenozoica del Periodo Terciario, hace muchísimos millones de años.
Grandes cantidades de ceniza volcánica incandescente fueron arrojadas al aire para luego, al depositarse sobre la toba que cubría el área, ésta les sirviera de matriz a las chispas vidriosas que, exhalando enérgicamente desde su núcleo gases a miles de grados de temperatura en todas direcciones, se fueran anexando las partículas con las que hacían contacto, mismas que al enfriarse con relativa rapidez alcanzaran gradualmente la forma esférica que ahora nos sorprende.
La erosión que durante siglos y eones ha sufrido nuestra Tierra ha hecho que algunas de ellas estén quedando al descubierto, mientras que otras aún se pueden ver descansando sobre la matriz en donde lograron su impresionante redondez.
Otra maravilla geológica de nuestro México tan singular.
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